domingo, 30 de diciembre de 2012

Beneficios de los huertos comunales

La creación de un huerto comunal supone, en principio, una iniciativa rentable para los ayuntamientos y para la población en general. Así lo atestigua al menos la proliferación de este tipo de huertos en tantos otros municipios.
Los gastos son básicamente económicos y muy modestos, y consisten principalmente en el alquiler y el acondicionamiento inicial del terreno. Los beneficios son múltiples, y de muchos tipos, la mayoría no cuantificables (beneficios sociales, culturales, naturales...) y algunos también económicos.

Beneficios sociales.

El cultivo de un huerto, y en particular de un huerto comunal, es principalmente una actividad lúdica y saludable. A los participantes les aporta una forma de practicar ejercicio físico al aire libre. Contribuye además a mantenerlos ocupados, a sentir una motivación y a asumir desafíos. El huerto comunal, en particular, es un centro de reunión y de relación. En él se intercambian y se comparten experiencias y conocimientos, y se fomenta la cooperación y la competencia.

Beneficios culturales.
Nuestra cultura ha sido durante siglos, y hasta hace tan sólo unas décadas, una cultura agrícola. Para bien o para mal, esto, sin embargo, ha cambiado radicalmente en los últimos 20 o 30 años. Las formas de vida tradicionales se han abandonado, y con ellas también los campos y las huertas. Entre el modo de vida de los niños actuales y el que llevaron sus abuelos existe un abismo como nunca lo había habido en generaciones anteriores.
Los huertos comunales, como centros de reunión, pueden facilitar el intercambio de información entre generaciones sobre múltiples aspectos de la cultura hortícola. Los más mayores pasan a los más jóvenes técnicas tradicionales de cultivo, experiencias, vocabulario, etc., consiguiendo así que perduren un poco más en el tiempo.
La restauración de la huerta supone también, de alguna forma, la restauración y puesta en uso de la tradicional cultura del agua, manantiales, galerías, fuentes, albercas, lievas, acequias y tantos otros elementos elementos claves en la cultura de los pueblos de la Sierra.
Por último, incluso se podría dotar al huerto de un valor educativo, reservando en su interior un espacio para un pequeño huerto escolar o organizando visitas periódicas de los niños de las escuelas próximas para tratar temas de conocimiento del medio y técnicas de cultivo.

Valores naturales

El huerto comunal puede también aportar al municipio valores estéticos y naturales. A diferencia de lo que ocurre en la agricultura moderna, donde priman los monocultivos, los huertos comunales no buscan la rentabilidad monetaria, sino el autoabastecimiento. Estos huertos se caracterizan por la diversidad: mucha variedad y poca cantidad. Pimientos, zanahorias, tomates, pepinos, calabazas, patatas, cebollas, acelgas. Lo normal, además es que cada hortelano intente mantener el huerto productivo durante la mayor parte del año, sembrando en cada momento las hortalizas más apropiadas. Frente al solar abandonado, la huerta restaurada supone un enriquecimiento natural de la zona.
El intercambio de simientes entre los participantes del mismo o de distintos municipios puede además contribuir a la recuperación de variedades locales.
En definitiva, un huerto restaurado y en plena explotación en las proximidades del pueblo, aporta a éste un indudable valor natural y estético y permite a la comunidad recuperar un espacio basado plenamente en la interacción con la naturaleza.

Beneficios económicos
Las producciones obtenidas podrían contribuir a mantener la economía familiar de los participantes. Ante la situación actual de crisis económica, los gestores podrían incluso considerar la posibilidad de ofrecer algunas de estas parcelas a personas especialmente desfavorecidas, parados de larga duración, etc.



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