domingo, 30 de diciembre de 2012

Los huertos comunales

El modelo de huerto comunal que aquí se propone está basado a grandes rasgos en el modelo que, desde hace años y bajo diversos nombres (“huertos urbanos”, “sociales”, “de ocio”, "community gardens", etc), se desarrolla en muchos otros ayuntamientos, tanto de pueblos como  de grandes ciudades, de España, y otros países.
No se trata, por tanto, de una idea nueva, excepto para la Sierra. Resulta sorprendente que no existan iniciativas de este tipo en nuestra comarca, siendo ésta un lugar idóneo para ello.
El modelo más común de huerto comunal consiste en que el ayuntamiento acondiciona un terreno para que algunos vecinos, normalmente jubilados, dispongan cada uno de una pequeña parcela en la que cultivar sus propias hortalizas.
Nuestra propuesta es que, en la Sierra, los ayuntamientos interesados adquieran y restauren una de las muchas huertas tradicionales que había en las inmediaciones de los pueblos, y que ahora, por diversos motivos están abandonadas. En casi todos los pueblos de la Sierra es fácil encontrar huertas de estas características.
La misión del ayuntamiento sería alquilar, o comprar, una de estas huertas, acondicionarla y ponerla a disposición de los vecinos, estableciendo unas normas básicas de uso.

El terreno y su acondicionamiento

La huerta elegida debería estar cerca del pueblo, de forma que los usuarios puedan acceder fácilmente a ella caminando. El acondicionamiento dependerá obviamente de las condiciones en la que esté el terreno, pero por lo general debe consistir en una obra bastante sencilla y económica. No se necesitan grandes construcciones ni infraestructuras. Lo básico sería nivelarla y establecer las parcelas en función del número de vecinos a los que vaya destinada. El acondicionamiento debería contemplar la división del espacio en zonas comunes, parcelas, accesos, etc. Lo ideal sería que las zonas comunes contaran con espacio suficiente para el establecimiento de un pequeño almacén, zona de reunión, zona destinada a amontonar el estiércol y para la realización del compostaje, etc. La huerta debería contar con una alberca y un sistema de acequias y lievas que lleve el agua a cada una de las parcelas. Las parcelas podrían ir delimitadas por setos naturales y estructuras efímeras. Los vecinos que vayan a hacer uso de las instalaciones podrían colaborar en el acondicionamiento. La huerta elegida deberá tener las dimensiones apropiadas para que, una vez restaurada, pueda ser dividida en parcelas de unos 100 m2.
Los sistemas de almacenamiento y encauzamiento de agua deberían restaurarse, en lo posible, según modelos tradicionales. El ayuntamiento se encargaría de los servicios comunes (el agua para riego a partir de una alberca común, casetas para los aperos, ciertos servicios de mantenimiento...).

Normas de uso

Una vez acondicionadas, las parcelas serían cedidas gratuitamente para su explotación, durante un tiempo determinado, a aquellos vecinos que el ayuntamiento, bajo los criterios que se estimen oportunos (edad, necesidades sociales, interés, sorteo, etc). Los servicios sociales de cada ayuntamiento deben ser los más apropiados para establecer este tipo de criterios. Normalmente este tipo de huertos va destinado a jubilados,  principalmente antiguos hortelanos que no tienen ya la posibilidad de mantener y explotar por sí mismos una huerta propia y grande. Aparte de esto, los ayuntamientos, según los casos, podrían dar entrada también a otros colectivos especialmente desfavorecidos.
Lo normal es que la cesión se establezca por un tiempo determinado. Otras normas básicas como el reparto del agua, el uso de los espacios comunes, etc. deberán ser establecidas según las necesidades de cada caso.



Beneficios de los huertos comunales

La creación de un huerto comunal supone, en principio, una iniciativa rentable para los ayuntamientos y para la población en general. Así lo atestigua al menos la proliferación de este tipo de huertos en tantos otros municipios.
Los gastos son básicamente económicos y muy modestos, y consisten principalmente en el alquiler y el acondicionamiento inicial del terreno. Los beneficios son múltiples, y de muchos tipos, la mayoría no cuantificables (beneficios sociales, culturales, naturales...) y algunos también económicos.

Beneficios sociales.

El cultivo de un huerto, y en particular de un huerto comunal, es principalmente una actividad lúdica y saludable. A los participantes les aporta una forma de practicar ejercicio físico al aire libre. Contribuye además a mantenerlos ocupados, a sentir una motivación y a asumir desafíos. El huerto comunal, en particular, es un centro de reunión y de relación. En él se intercambian y se comparten experiencias y conocimientos, y se fomenta la cooperación y la competencia.

Beneficios culturales.
Nuestra cultura ha sido durante siglos, y hasta hace tan sólo unas décadas, una cultura agrícola. Para bien o para mal, esto, sin embargo, ha cambiado radicalmente en los últimos 20 o 30 años. Las formas de vida tradicionales se han abandonado, y con ellas también los campos y las huertas. Entre el modo de vida de los niños actuales y el que llevaron sus abuelos existe un abismo como nunca lo había habido en generaciones anteriores.
Los huertos comunales, como centros de reunión, pueden facilitar el intercambio de información entre generaciones sobre múltiples aspectos de la cultura hortícola. Los más mayores pasan a los más jóvenes técnicas tradicionales de cultivo, experiencias, vocabulario, etc., consiguiendo así que perduren un poco más en el tiempo.
La restauración de la huerta supone también, de alguna forma, la restauración y puesta en uso de la tradicional cultura del agua, manantiales, galerías, fuentes, albercas, lievas, acequias y tantos otros elementos elementos claves en la cultura de los pueblos de la Sierra.
Por último, incluso se podría dotar al huerto de un valor educativo, reservando en su interior un espacio para un pequeño huerto escolar o organizando visitas periódicas de los niños de las escuelas próximas para tratar temas de conocimiento del medio y técnicas de cultivo.

Valores naturales

El huerto comunal puede también aportar al municipio valores estéticos y naturales. A diferencia de lo que ocurre en la agricultura moderna, donde priman los monocultivos, los huertos comunales no buscan la rentabilidad monetaria, sino el autoabastecimiento. Estos huertos se caracterizan por la diversidad: mucha variedad y poca cantidad. Pimientos, zanahorias, tomates, pepinos, calabazas, patatas, cebollas, acelgas. Lo normal, además es que cada hortelano intente mantener el huerto productivo durante la mayor parte del año, sembrando en cada momento las hortalizas más apropiadas. Frente al solar abandonado, la huerta restaurada supone un enriquecimiento natural de la zona.
El intercambio de simientes entre los participantes del mismo o de distintos municipios puede además contribuir a la recuperación de variedades locales.
En definitiva, un huerto restaurado y en plena explotación en las proximidades del pueblo, aporta a éste un indudable valor natural y estético y permite a la comunidad recuperar un espacio basado plenamente en la interacción con la naturaleza.

Beneficios económicos
Las producciones obtenidas podrían contribuir a mantener la economía familiar de los participantes. Ante la situación actual de crisis económica, los gestores podrían incluso considerar la posibilidad de ofrecer algunas de estas parcelas a personas especialmente desfavorecidas, parados de larga duración, etc.



Objetivos

El objetivo de este blog es hacer llegar esta propuesta al mayor número posible de vecinos y ayuntamientos de la Sierra de Aracena. Si quieres contribuir y colaborar con la propuesta puedes mandar un mensaje a huertoscomunales.sa@gmail.com. Si simplemente quieres opinar sobre la propuesta, puedes dejar un comentario a continuación.
Los comentarios serán las únicas actualizaciones previstas para este blog en los próximos meses. Nuestra intención es que si se publican nuevas entradas, sean para anunciar que la iniciativa se ha puesto en marcha en algún pueblo.